Las Afecciones del Sistema Digestivo del Gato

Las Afecciones del Sistema 

Digestivo del Gato

 

El tracto digestivo es un sistema complejo que empieza en la boca y termina en el ano. Está formado por el esófago, el estómago, el intestino delgado, el colon, el recto y el ano. Los órganos que ayudan a la digestión y absorción de los alimentos son el páncreas, la vesícula biliar y el hígado. El esófago es un tubo muscular que lleva el alimento hasta el estómago mediante una serie de contracciones rítmicas. En el extremo inferior del esófago hay un anillo muscular (cardias) que ayuda a que el alimento y los líquidos no refluyan de nuevo hacia la boca.

El alimento ingerido por el gato permanece en el estómago entre tres y seis horas, siendo sometido a la acción de ácidos y enzimas digestivos (por ejemplo la pepsina que descompone las proteínas en cadenas de aminoácidos). La mayoría de las bacterias no pueden vivir en el ambiente ácido del estómago. Cuando el alimento entra en el duodeno y en el resto del intestino delgado superior, actúan las enzimas pancreáticas, amilasa y lipasa, y una mezcla de enzimas secretadas por el intestino delgado. La vesícula biliar se contrae con la presencia de alimento, vaciando hacia el duodeno la bilis almacenada que ayuda a la absorción de grasas.

La lipasa actúa sobre las grasas de la dieta formando ácidos grasos. La amilasa convierte los almidones en azúcares de cadena corta. En la etapa final de la digestión el producto final se reabsorbe a través de la pared del intestino pasando al torrente sanguíneo. La sangre de los intestinos fluye hacia el hígado. El hígado tiene numerosas funciones conectadas con el metabolismo, por una parte, produce la bilis, que contiene las sales biliares necesarias para la digestión de las grasas y la eliminación de diversos desechos y productos de eliminación, en particular de medicamentos o de sus productos de transformación. Además, el hígado desempeña un papel clave en el metabolismo de los hidratos de carbono (almacenamiento y redistribución), participa en el metabolismo de las proteínas y las grasas, y almacena vitaminas (A, D, B12) y sales minerales (hierro, cobre). Asimismo, este órgano contribuye a la eliminación de numerosos productos tóxicos, después de someterlos a reacciones químicas complejas. Sin embargo, una de las vías habituales de detoxificación es prácticamente inoperante en la especie felina; por esta razón, el gato es sumamente sensible a las intoxicaciones por diversos productos, tales como insecticidas organoclorados (DDT), aspirina y paracetamol.



1 Velo del paladar
2 Istmo de las fauces
3 Faringe
4 Esófago
5 Hígado
6 Cardias
7 Omentum menor
8 Omentum mayor
9 Estomago
10 Bazo
11 Yeyuno
12 Colon
13 Mesenterio mayor
14 Recto
15 Seno para-anal
16 Ano
17 Mesenterio menor
18 Ileon
19 Ciego
20 Duodeno
21 – Sección transversal
22 – Sección ascendente
23 – Sección descendente
24 Páncreas
25 Papila duodenal menor
26 Papila duodenal mayor
27 Píloro
28 Conducto del coledoco
29 Vena porta
30 Vesícula biliar
31 Tráquea
32 Labio
33 Cavidad bucal
34 Paladar
35 Lengua

Gráfico de Felinia.org

La salud del tubo digestivo depende, en primer lugar, de la de los dientes. Con frecuencia, a una edad variable, éstos se cubren de sarro. El sarro dental consiste en una concreción dura, muy adherente, debida al depósito de sales minerales de la saliva sobre la placa dental, que es una capa formada por bacterias de la boca. El sarro se infiltra bajo la encía, provocando inflamación, infección y, por último, retracción gingival. Es entonces necesario realizar una limpieza de sarro y, eventualmente, extraer uno o varios dientes, lo que a continuación no plantea ningún problema para el animal.

Muchos gatos adultos y de edad avanzada sufren de resorción dental u osteoclástica. Al principio, se observa en el cuello (o cervix) de los dientes zonas en depresión; la resorción se acentúa paulatinamente, los dientes se debilitan y terminan rompiéndose. Las raíces son eliminadas o permanecen dentro de la encía, constituyendo un foco de gingivitis crónica. Un gato muy afectado babea casi permanentemente y rechaza la alimentación; cuando se le da la comida, el gato se precipita como hambriento hasta su comedero, pero no toca la comida o toma un trozo y hace como si quisiera deshacerse de un cuerpo extraño con sus patas. Las lesiones incipientes pueden tratarse mediante cuidados dentales, pero cuando las lesiones alcanzan la pulpa dental, la extracción suele ser la única solución.

Los alimentos son propulsados por el esófago hasta el estómago, al que penetran a través del cardias. Si el cardias funciona mal, los alimentos se acumulan en el esófago hasta que son regurgitados. El fenómeno de regurgitación también puede producirse debido a la compresión del esófago por un tumor en la caja torácica o la persistencia de un arco vascular de origen embrionario. Con el tiempo, la acumulación de alimentos provoca una dilatación esofágica, denominada megaesófago, que afecta a la deglución.

En general, los gatitos degluten bien la leche materna y los trastornos sólo aparecen al pasar a una alimentación sólida. Los casos menos graves pueden beneficiarse con medidas dietéticas e higiénicas, pero en la mayoría de los casos el pronóstico es sumamente desfavorable.

El estomago
El estómago del gato puede verse afectado por inflamaciones aisladas –agudas o crónicas–, llamadas gastritis, y también puede estar involucrado en numerosos fenómenos patológicos más generales.
La gastritis aguda puede deberse a la ingestión de alimentos en mal estado, medicamentos, productos tóxicos o sustancias no alimentarias; asimismo, participa en el cuadro clínico de muchas afecciones generales (alergia, afecciones hepáticas, renales y cardíacas, enfermedades infecciosas o parasitarias, etc.).

Los casos benignos ceden con un ayuno de 24 horas, como máximo, y una reanudación progresiva de la alimentación. Los casos más graves requieren la intervención del veterinario para controlar los vómitos y administrar un tratamiento, que depende de la causa de la gastritis.

La gastritis crónica, acompañada de vómitos ocasionales, pérdida de peso e intolerancia alimentaria, también puede observarse de manera aislada en el contexto de un síndrome más general.

El control a largo plazo no sólo implica la administración de medicamentos, sino también la instauración de medidas dietéticas (alimentos concentrado hipoalergénicos, administrados en varias ingestas reducidas). Para establecer un diagnóstico preciso es necesario recurrir a exámenes complementarios (radiografía, tránsito baritado e incluso fibroscopia o laparotomía exploratoria). Las úlceras gástricas son poco frecuentes y difíciles de poner en evidencia. La torsión de estómago, tan temida en los perros, es sumamente rara en el gato.

Las afecciones del intestino delgado
Las afecciones del intestino delgado son causa de diarrea. Una diarrea aguda puede ser la consecuencia de un error alimentario. Los cambios repentinos de alimentación rompen el equilibrio microbiano del tubo digestivo; de esta manera, ciertas bacterias se desarrollan en detrimento de otras, con producción de desechos tóxicos, irritantes para la mucosa intestinal.

Diversos virus son responsables de diarreas agudas en los gatos, como por ejemplo, el virus de la panleucopenia o los coronavirus, incluyendo al virus de la PIF. En caso de diarrea aguda, los gatitos muy pequeños suelen padecer una complicación muy grave: el intestino se da vuelta como el dedo de un guante y se aspira a sí mismo, originando una invaginación. En este caso, se debe proceder a una intervención quirúrgica de urgencia. Las consecuencias de una oclusión o una obstrucción intestinal son también de extrema gravedad. Estas no suelen deberse a un cuerpo extraño, dado que el gato prueba sus alimentos y no es frecuente que trague pequeños objetos, sino que con frecuencia son consecutivas a un tumor digestivo o extradigestivo (linfosarcoma).

El intestino puede albergar numerosos parásitos, siendo los más frecuentes los gusanos, como Ascaris y Dipylidium. Estos parásitos ocasionan diarreas, trastornos digestivos y pérdida de peso y, si son muy numerosos, pueden incluso obstruir completamente la luz del intestino y provocar oclusión intestinal.
Las enteritis crónicas pueden observarse tras una afección o presentarse aisladamente. Se acompañan generalmente de malabsorción, es decir, el organismo enfermo asimila mal o no asimila los nutrientes que llegan al intestino. También se las encuentra en cuadros clínicos complejos de afecciones generales, como la diabetes y la insuficiencia renal crónica.

Según el origen, ciertas enteritis crónicas pueden curarse o mejorarse con un tratamiento medicamentoso. En todos los casos, es primordial proporcionar al animal enfermo una dieta apropiada, que comprenda proteínas fácilmente digestibles y de buena calidad, y que sea pobre en grasas saturadas y lactosa. Casi siempre resulta indispensable recurrir a los alimentos dietéticos. En muchos casos es difícil determinar el origen de una enteritis crónica y es necesario realizar análisis complementarios invasivos, tales como una biopsia de la mucosa intestinal.

Las afecciones tumorales, cuando afectan al intestino delgado, provocan diarreas crónicas antes de que se observe cualquier otro signo asociado (pérdida de peso, palpación anormal, compresión de órganos adyacentes, etc.).

La insuficiencia pancreática
La insuficiencia pancreática es bastante rara en la especie felina. En esta afección, el déficit de secreción de jugo pancreático impide o disminuye la digestión de las grasas, los hidratos de carbono y, en menor medida, de las proteínas. El gato pierde peso, está continuamente hambriento y elimina grandes cantidades de heces blandas de color gris ocre claro. El tratamiento consiste en una terapia sustitutiva (aporte de extractos pancreáticos o enzimas), asociada a un régimen alimentario específico, y permite que el gato enfermo lleve una vida casi normal.

Las colitis
Las colitis son inflamaciones del colon, parte del intestino grueso que se extiende del ciego al recto. Pueden ser agudas o crónicas. En ambos casos, provocan deposiciones voluminosas, blandas y cubiertas de moco. En ocasiones se observa la presencia de sangre en las deposiciones. Las causas de colitis son sumamente numerosas (infecciosa, parasitaria, psíquica, etc.), pero a veces se desconocen. En ciertos casos pueden deberse a la presencia de pelotas de pelos que el gato ingiere al atusarse. El tratamiento depende de la causa que ha originado la colitis. Por último, las últimas porciones del tubo digestivo –el recto y el ano– pueden ser el objeto de numerosas afecciones. Por otra parte, también es posible observar malformaciones congénitas de esta región (ano imperforado).

Los gatos que tienen mucha edad, obesos y sedentarios tienen tendencia a padecer estreñimiento. Sin tratamiento adecuado ni modificación del régimen alimentario, el estreñimiento puede conducir a la coprostasis (acumulación de deyecciones en el recto), con oclusión intestinal. Un tratamiento médico (laxantes y enemas) suele ser suficiente para eliminar la obstrucción, pero en los casos rebeldes es necesario recurrir a una intervención quirúrgica.

Las causas de diarrea aguda en el gato pueden ser debidas a su alimentación: cambios de pienso o comida grasa enlatada, alergia, intolerancia, sobrecarga. Intoxicación en particular, paracetamol. Infección por algún virus panleucopenia, PIF, coronavirus enterítico, FeLV, FIV, rotavirus, astrovirus. Bacterias: Salmonella, Campylobacter, Yersina, Escherichia coli, bacilo tuberculoso, etc. Parásitos: áscaris, anquilostomas, Trichuris, coccídeos, levaduras, etc. Otras causas son una obstrucción parcial provocada por la ingestión accidental de cuerpos extraños (cordeles, alambres, agujas).

La insuficiencia hepática
La insuficiencia hepática aguda evoluciona muy rápidamente y puede deberse a numerosas causas: infecciones (PIF, seudotuberculosis, toxoplasmosis, ciertas bacterias, etc.), tóxicos, trastornos generales (estado de shock, hemólisis), desórdenes inmunológicos. Los gatos enfermos están decaídos y anoréxicos, y presentan trastornos digestivos (vómitos, diarreas, polidipsia). Más o menos rápidamente aparece ictericia y se observan trastornos nerviosos (marcha vacilante, postración, luego coma y a veces, convulsiones). Los análisis sanguíneos son útiles para confirmar el diagnóstico. Es preciso tratar la causa de la afección, cuando es posible identificarla, y administrar medicamentos sintomáticos. Las medidas higiénicas son muy importantes y consisten en reposo y administración de una dieta rica en hidratos de carbono y pobre en grasas y proteínas.

La insuficiencia hepática crónica
La insuficiencia hepática crónica se instala de manera tan insidiosa que cuando aparecen los primeros síntomas alarmantes, una gran parte del hígado ya está destruida; resulta entonces casi imposible determinar la causa. Entre las etiologías posibles se encuentran la colangiohepatitis (inflamación de los canalículos biliares), ciertas enfermedades generales, ya sean infecciosas (PIF) o endocrinas (diabetes mellitus), y la cirrosis hepática. Los cánceres hepáticos (linfosarcomas, carcinomas primarios o metastásicos) se manifiestan por síntomas análogos.
El gato enfermo está delgado, su pelo tiene mal aspecto, su digestión es mala (come más o menos bien pero sufre de diarrea o estreñimiento) y a menudo bebe mucho. En ocasiones, el gato está primero subictérico y, luego, se pone francamente amarillo. Los análisis sanguíneos están más o menos modificados. El tratamiento, esencialmente higiénico, se basa en una dieta alimentaria con proteínas de alto valor biológico e hidratos de carbono fácilmente asimilables, repartida en muchas pequeñas comidas a lo largo del día.

La lipidosis hepática
Consiste en la acumulación de grasas en el hígado, en cantidades tan grandes que bloquean el funcionamiento de este órgano, esencial para la vida del animal, como en otros mamíferos. Por esto, esta enfermedad se conoce también con el nombre de “síndrome del hígado graso”. Esta enfermedad ocupa el primer lugar entre las afecciones hepáticas en los Estados Unidos, país que cuenta con la mayor proporción de gatos obesos dentro de la población felina. Se observa sobre todo en gatos de entre 4 y 12 años de edad, con mayor incidencia en los animales esterilizados que en los enteros y preferentemente en machos, es decir, en la población más expuesta al riesgo de obesidad.

En efecto, esta afección aparece cuando un gato obeso deja de alimentarse, haciendo un cambio radicalmente brusco en sus hábitos. Esta anorexia, que ciertos autores asimilan a la anorexia mental encontrada en la especie humana, puede desencadenarse a partir de una situación de estrés: diversas enfermedades, cambio de hábitos o de domicilio, llegada al hogar de un nuevo animal o una nueva persona, y también cambio brusco de alimento. En efecto, el gato se caracteriza por la peculiaridad de no comer un alimento que no aprecia y, contrariamente al perro, puede dejarse morir de hambre junto a un comedero lleno.

Si en la casa hay varios animales, esta anorexia puede pasar desapercibida, tanto más cuanto que el gato conserva su entusiasmo. Incluso a veces, su propietario estará satisfecho de constatar una ligera pérdida de peso. Sin embargo, esta pérdida de peso corresponde a una pérdida no sólo de tejido graso sino también de tejido muscular, dado que la renovación de las proteínas corporales no está compensada por las proteínas ingeridas. Tras algunos días o algunas semanas de anorexia, el hígado deja de funcionar bruscamente y aparecen signos de lipidosis hepática –ictericia y encefalosis hepática (mirada perdida, salivación excesiva)– seguidos al cabo de algunos días de coma y, luego, de la muerte del animal. Para establecer el diagnóstico de certeza es necesario realizar una biopsia de hígado, dado que estos signos no son específicos sino que corresponden solamente a un bloqueo de la función hepática.

El tratamiento, que debe ser llevado a cabo por un veterinario, es esencialmente de tipo nutricional y consiste en alimentar por la fuerza al animal, mediante una jeringuilla o una sonda nasogástrica, con un alimento líquido específico, hasta que recobre el apetito. Esto ocurre generalmente al cabo de dos o tres semanas. La realimentación, tanto líquida como sólida, debe llevarse a cabo progresivamente, por pequeñas cantidades. El pronóstico es favorable, siempre y cuando la enfermedad sea detectada precozmente y se respeten las reglas terapéuticas mencionadas.

Fuente: Royal Canin

 

1 comentarios:

  1. Anónimo dijo...:

    me sirvio

    !!MUCHAS GRACIAS¡¡

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